Si alguno creyó que la batalla más ridícula sobre el «Champagne» había terminado, se equivocó. Desde el 1º de enero, los vinos franceses ya no pueden usar su nombre en la transcripción cirílica para el mercado ruso. Productores y distribuidores luchan (¿solos?) para lograr el reconocimiento de la denominación.
Para los vinos de la región de Champagne, Francia, el comienzo del año 2022 no es precisamente para descorchar. Es la realidad, nada para festejar para la acartonada diplomacia francesa que con el fin de la moratoria negociada -una auténtica victoria pírrica anunciada a los cuatro vientos- por Francia con Rusia y la implementación de la Ley rusa que impide que los productos de Champagne usen su propio nombre en alfabeto cirílico, comienza a partir de hoy otra batalla que desde el inicio no tiene bouquet a justicia y mucho menos a victoria.
Hay que reconocerlo, nadie quisiera estar en los zapatos del ministro de Comercio de Francia, Franck Riester, el funcionario de turno al que le tocó estar frente a las tropas «diplomáticas» del siempre poco empático presidente de Vladimir Putin, poco conocido por permitirse perder batallas de volumen mediático internacional como lo es esta del Champagne.
Desde el 1 de enero, este nombre «Champanskoye», previamente transcrito en las contraetiquetas de las botellas importadas a Rusia, ya no se puede utilizar excepto para los vinos espumosos producidos en este país. Sí, más allá de la incomodidad diplomática del gobierno del Emmanuel Macron, la actual situación molesta a los productores y distribuidores de Champagne que no quieren entrar en conflicto en este importante mercado histórico para la región. «Por tanto, los viticultores y las casas de champagne que exportan a Rusia han adaptado su etiquetado a la legislación rusa», comenta sobriamente David Chatillon, director de la Union des Maisons de Champagne.
Pero lo que está en juego es la protección de su denominación, también los operadores de Champagne se están movilizando, al tiempo que relativizan los posibles efectos comerciales de esta nueva situación. “No debería haber ninguna confusión por parte de los consumidores habituales de champagne en Rusia. Son muy conocedores y no parece haber ningún impacto que temer por los 1,7 millones de botellas de Champagne que representa este mercado cada año. Es más en la educación de nuevos consumidores donde puede surgir una ambigüedad ” , argumenta el resignado Maxime Toubart, presidente del Sindicato General de Vignerons de Champagne.
Discreción y trabajo
Como era de esperar, la discreción y el trabajo en profundidad son los valores cardinales adoptados por las organizaciones profesionales para promover la causa de la denominación Champagne en Rusia. Es más que claro, nadie recomendaría otra opción frente a la diplomacia rusa. «No cuestionamos en absoluto la voluntad de los rusos de organizar su sector, de impulsar el mercado y de proteger su viñedo», prosigue Maxime Toubart, «y como en muchos otros países, cumplimos con todas las reglas. Registro local de la mencionar «vino espumoso». Pero no es posible que utilicen la transcripción cirílica de Champagne, mientras que eso nos está prohibido”.
Nada puede darse por sentado, pero «continuamos nuestro diálogo con las autoridades rusas para obtener el reconocimiento pleno y completo de la denominación Champagne en Rusia», añade David Chatillon. Para obtener esta moratoria de dos meses, la diplomacia francesa había subrayado el interés de Rusia en participar en la protección global de las denominaciones de origen, y la lucha no es diferente a la que ya ha liderado el pueblo de Champagne frente al «Champagne californiano» en los Estados Unidos.
Para los productores y distribuidores de champagne, ahora se trata de lograr el pleno reconocimiento de su denominación en Rusia. “Las interprofesiones fueron allí en noviembre para discutir tanto con los productores de chispas de Crimea como también, junto con la embajada, con organizaciones estatales y administrativas. En marzo se realizará un nuevo viaje para continuar este trabajo de reconocimiento de nuestra denominación, que promete ser a largo plazo, pero proteger nuestra denominación está escrito en nuestros genes”, dice Maxime Toubart.