De octubre 2023 a octubre 2024, el costo del vino en góndolas aumentó un 148,3%, reflejando el impacto de la inflación y las dinámicas de mercado en la industria vitivinícola. Adaptarse o desaparecer. ¿A quién beneficia?
El vino, símbolo de la cultura argentina, está atravesando un momento crítico en términos económicos. Según un informe reciente, el precio promedio del vino en las góndolas experimentó un incremento del 148,3% en el último año. Este aumento no solo refleja la presión inflacionaria, sino también la complejidad de un mercado ajustado entre impuestos, costos de producción y expectativas de consumo.
Marcelo Parodi, especialista en estadísticas del sector vitivinícola, comentó que “estamos viendo una aceleración de precios que no solo afecta a las gamas más bajas, sino también a etiquetas premium, lo cual altera significativamente los hábitos de compra del consumidor promedio”.
Mientras que en Europa el fenómeno de la baja del consumo y los altos precios ya produjo importantes cambios culturales comenzando por las rebajas de las fiestas de fin de año que este año no rondan entre el 10 y 15% sino que se acercan a los 25 o 30% en las góndolas de las grandes cadenas de supermercados y licorerías.
En las empresas argentinas todavía no parecen haber logrado una reacción que los pueda ayudar a salir de la encerrona de los precios altos y la baja del consumo. Seguramente con el correr de las semanas se verá si tienen la capacidad de acomodar sus finanzas y sobrevivir en un mercado que parece no dar respiro con las exigencias.
Este fenómeno tiene múltiples causas. Por un lado, las fluctuaciones del dólar y el incremento de costos en insumos como botellas y etiquetas impactan directamente en el precio final del producto. Por otro lado, las estrategias de los productores para ajustar márgenes de ganancia también juegan un rol clave. “La industria está atrapada entre la necesidad de ser competitiva en el mercado y mantener la calidad de sus productos,” señaló Eugenia López, directora de una bodega boutique de Mendoza.
Además, los datos revelan que las subas no son homogéneas entre las diferentes variedades y provincias productoras. Mientras que los vinos blancos y tintos han registrado los aumentos más significativos, las gamas más bajas y los productores de regiones emergentes, como San Juan, enfrentan un alza de hasta un 209% en el índice de precios.
Este contexto plantea desafíos tanto para los productores como para los consumidores. Mientras que algunos optan por etiquetas de menor precio, otros reducen la frecuencia de consumo o se inclinan por otras bebidas. Aun así, la resiliencia de la industria vitivinícola se mantiene firme, con bodegas buscando alternativas para sostener su competitividad y acercarse al consumidor sin perder calidad.
En definitiva, la escalada de precios del vino en Argentina subraya la urgencia de estrategias más eficientes para equilibrar las necesidades del mercado y proteger uno de los pilares culturales más importantes del país.