La reconocida marca holandesa apuesta por la personalización extrema y la experimentación en su “beer playground” de Ámsterdam, donde el consumidor puede crear su propia cerveza y saborear ediciones únicas de la marca.
¿Qué pasará con la cerveza en la próxima década? Si la visita al nuevo Heineken Studio, en la Heineken Experience de Ámsterdam, es una señal, el futuro será tan personalizado como un sándwich neoyorquino y tan experimental como una coctelería de vanguardia.
Situado en el último piso de la histórica cervecería, el Heineken Studio es el broche de oro de un tour que cada año atrae a miles de curiosos. Allí, la innovación es protagonista: el recorrido comienza con un sistema de grifos personalizados donde cada visitante puede elegir entre Heineken Classic o la menos amarga Heineken Silver, seleccionar el nivel de sequedad (“dry”, “super-dry” o “double-hopped”), y decidir si prefiere la espuma tradicional o una cargada con nitrógeno, al estilo Guinness.

Incluso también hay modelos que permiten mezclar cerveza sin alcohol con la versión clásica, ajustando así la graduación alcohólica a gusto del consumidor.
La propuesta va más allá: una estación ofrece cervezas servidas con espumas saborizadas. Se puede probar una Heineken 0.0 coronada con una espuma de guayaba y piña, fresca y ligeramente tropical, ideal para el verano. O bien, una Heineken con todo su grado alcohólico cubierta por una espuma infusionada con licor de naranja amarga tipo Campari, que aporta un toque cítrico y un matiz rosado.
“En Nigeria, mezclar lager con Campari para hacer un ‘Campari Senator’ es muy popular”, explica Jules Macken, director global de innovación de Heineken, quien también destaca la colaboración con el show de Sabrina Carpenter en Ámsterdam, donde presentaron una edición especial de Heineken con espuma de Espresso Martini: “Alguien la describió como ‘merchandising bebible’”.
Gran parte de estas innovaciones se incorporan al momento de servir la cerveza, en vez de durante el proceso de elaboración. El maestro cervecero Willem van Waesberghe lo tiene claro: “Veo el sistema de grifos personalizados como una herramienta de investigación para entender qué buscan los consumidores”, afirma. Sin embargo, su verdadera pasión son las “Pilot Brews”, recetas experimentales que exploran el impacto de nuevas técnicas de fermentación y diferentes granos.
Entre las creaciones más recientes que se pueden degustar en el Heineken Studio destacan la “citrus lager”, fermentada con bacterias lácticas y cáscaras de cítricos, dos tipos de lúpulo y avena; y la “wild lager”, elaborada con la levadura eubayanus, considerada “la madre de la levadura tipo A” que Heineken popularizó. El resultado es una cerveza con un sutil aroma a clavo y notas a frutas maduras.
Además, en 2025 se celebrará el lanzamiento de la Mokum 750, una edición limitada de lager de trigo con cáscara de limón, creada especialmente para los 750 años de Ámsterdam.
La innovación no se detiene: entre los experimentos en curso figuran recetas con enebro y cilantro, aunque los ingredientes funcionales y adaptógenos siguen siendo territorio prohibido, al menos oficialmente.
Este despliegue de creatividad es solo una muestra del ambicioso programa de investigación y desarrollo de Heineken, que en junio se trasladará a una nueva instalación de € 45 millones (unos U$S 52 millones) en Zoeterwoude. Pero la tradición no se abandona: “Lograr consistencia en más de 70 cervecerías en el mundo requiere mucho trabajo, porque cada planta es ligeramente diferente”, reconoce van Waesberghe. “En una lager clásica se puede percibir cualquier error, es una cerveza que no permite esconderse”.
La visita al Heineken Studio está incluida en el ticket de la Heineken Experience & Rooftop, que cuesta € 29,95 (unos U$S 34,00) por persona. Así, la marca holandesa sigue liderando la conversación sobre el futuro de la cerveza, combinando tecnología, creatividad y tradición para inspirar a toda la industria.