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Si bien la producción de vino de Bolivia es eclipsada en comparación con la de Argentina o Chile, los productores están allanando el camino para un mercado de vinos de alta calidad cultivados a gran altura, creando vinos únicos con “una interesante concentración de aromas”.

A casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, los viticultores bolivianos continúan una tradición centenaria iniciada por los misioneros jesuitas en un intento por capturar un nicho de mercado con su producto único. “A la altitud que producimos la uva, tenemos mayor radiación de rayos ultravioleta en el ciclo de maduración, lo que hace que la materia colorante de las cepas evolucione con más intensidad. Además, los mismos rayos hacen que los precursores de los aromas se encuentren en mayor cantidad en estado vivo” en la fruta, explica el enólogo boliviano Iván Bluske, miembro de la Unión Internacional de Enólogos.

En el departamento sureño de Tarija, en las estribaciones de la cordillera de los Andes, los viñedos bolivianos poco conocidos se ven empequeñecidos entre los dos gigantes vitivinícolas del mundo: Argentina y Chile. Estos dos países son, respectivamente, el séptimo y el octavo en cantidad de hectáreas de vid del mundo, unas 350.000 hectáreas de viñedos. Más allá de ser una comparación innecesaria que hacen algunos medios ya que apenas sirve para ubicar geográficamente a Bolivia y en particular al Departamento de Tarija, el más importante del país andino.

Las 5.000 hectáreas de viñedos de Tarija se benefician de un clima templado con sol intenso durante el día y humedad durante la noche, con la región protegida de los fuertes vientos del norte. “La altitud significa que tenemos menos capa de ozono que filtra los rayos, lo que significa que hay más rayos ultravioleta en altitudes más altas … lo que produce una respuesta de la planta”, dijo el enólogo Nelson Sfarcich.

Sólo la región de Tarija “genera cerca de 4.000 fuentes de trabajo y 20.000 de manera indirecta. Un movimiento de alrededor de u$s 140 millones”, dice el productor Luis Pablo Granier

Esta característica de los vinos de altura como los de Salta -muchos viñedos a más de 2.000 metros-, Catamarca -algunos viñedos están a casi 3.000 metros-, Jujuy y San Juan en la Argentina, produce pieles de uva más gruesas y un mayor contenido de resveratrol, una sustancia química que se cree que ayuda a proteger contra el cáncer y las enfermedades cardíacas según afirman algunos estudios científicos.

María José Granier, propietaria del viñedo artesanal Jardin Oculto, dice que “la altura permite que las cepas entren en letargo en invierno, broten en verano y tengan un mejor ciclo reproductivo”.

Otro productor se refiere a su viña diciendo que “Campos de Solana cultiva sus vides en una de las regiones vitivinícolas más altas del mundo. Sus viñedos, ubicados a más de 1.850 m.s.n.m., reciben más sol que en lugares de cultivo tradicional, derivando en que sus frutos tengan mayor sabor y aroma. A este inigualable recurso natural, Campos de Solana le agrega la dedicación de sus técnicos, el asesoramiento de profesionales y la tecnología que ha llevado a la bodega a ser distinguida como una de las más modernas en Sudamérica”, explica su Gerente General, Luis Pablo Granier.

Taninos maduros y suaves

Helmut Kohlberg, tercera generación de viticultores asegura que la Ugni Blanc “es realmente una sorpresa, se adapta muy bien en Tarija”.

La producción de vino boliviano se concentra principalmente entre 21 y 23 grados de latitud y entre 1.600 y 2.000 metros de altitud. Tal cual hizo referencia Negocios Líquidos, en la Argentina, Bodega El Esteco de Salta, tiene cultivos de vid en la provincia de Catamarca a más de 3.000 metros.

Helmut Kohlberg, viticultor, dice que los vinos de viñedos en altura “son muy diferentes” a otros debido a “una interesante concentración de aromas” y un color único. “Los taninos maduran muy suavemente y terminamos con uvas que tienen semillas de taninos muy maduros y suaves. Es realmente bastante llamativo” dice.

Granier dice que estas ofertas bolivianas atraen a quienes “gustan de los vinos elegantes. Son vinos que no tienen un contenido alcohólico muy alto, sino que tienen aromas suaves y sabores fuertes al mismo tiempo”.

La sumiller independiente Carla Molina García dice que la conocida uva Moscatel de Alejandría, utilizada en el 70 % de los cultivos vitivinícolas de Bolivia, produce “vinos dulces y bastante aromáticos”.

Mucha historia y un promisorio futuro

El vino, principalmente de España, fue cultivado por primera vez en Bolivia por jesuitas que llegaron a la región de Potosí, vecina de Tarija en el siglo XVII. Se sintieron atraídos por la zona, como muchos laicos, debido a la prisa por explotar las minas de oro y plata.

En 1625, Potosí era una de las ciudades más grandes del mundo con alrededor de 165.000 habitantes. Con apenas ocho millones de hectolitros, la mayoría vendidos dentro del país, la producción de vino de Bolivia es eclipsada por la de Argentina o Chile. Algunas botellas de vino espumoso se venden a China y los comerciantes de vino en los Estados Unidos y ocasionalmente incluso en Francia y Japón ofrecen los mejores Cabernet Sauvignon, Malbec, Merlot, Tannat y Oporto.

Laura Decurnex, la Brand Ambassador de la bodega boliviana Campos de Solana.

No fue hasta la década de 1970 que surgieron los métodos y la tecnología moderna de elaboración de vinos de Francia y California, que ayudaron a los bolivianos a comenzar a producir vinos de mayor calidad. Hoy en día, muchos de la nueva generación de productores de vino trabajan con consultores internacionales -principalmente argentinos- y han desarrollado un amplio conocimiento viajando a regiones vitivinícolas en el extranjero para investigación y capacitación. En los últimos años, se han otorgado varios premios a estos nuevos vinos, incluido el “Vino del año 2014”, de la Asociación Mundial de Escritores y Periodistas de Vinos y Espirituosos. 

Y es la naturaleza aromática de estos vinos de altura lo que está empujando a los viticultores a apuntar a un nicho de mercado de alta calidad. La creciente popularidad de los vinos ha coincidido con un boom gastronómico en La Paz, muy dependiente de los sabores locales.

Laura Decurnex, mejor conocida como Lau Malbec, una sommelier argentina radicada en La Paz, Bolivia, desde el año 2007 explica que “si bien se sigue cultivando en el país cepas como Malbec, Cabernet Sauvignon, Syrah, Bonarda o Petit Verdot, también se está dando lugar a variedades novedosas como la Marselan o Caladoc que muestran gran adaptación al terroir y otorgan vinos extraordinarios.

Claro que las cepas criollas también tienen su lugar y ciertamente podemos decir que se están asentando las bases para el desarrollo de la identidad del vino de Bolivia”. Es el caso por ejemplo de la Vischoqueña única variedad originaria de Bolivia; se cree que está cepa nace a partir del cruce natural de la negra criolla y la moscatel de Alejandría, una cepa de alta calidad enológica reconocida mundialmente.

“No hay un gran potencial para la expansión (física), pero en términos de calidad hay espacio para hacer mucho”, dijo García que agrega esperanzado, “en unos años, es de esperar que Bolivia sea realmente conocido como un país vitivinícola. Pequeño, por supuesto, pero con vinos distintivos”.


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