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El consumo de vino tinto en Francia se ha reducido en un tercio en los últimos 10 años, según un nuevo informe. Mientras la juventud se aleja del vino, autoridades europeas y francesas no parecen tener dimensión de las consecuencias económicas y culturales.

“El Beaujolais Nouveau tendrá un sabor un tanto especial este año” comienza el artículo de una investigación realizada por la publicación francesa RTL que reveló que “nunca se había bebido tan poco vino en Francia” y más preocupadamente menciona que “nunca se ha vendido tan poco vino en Francia

El informe bomba encontró que el consumo de vino ha disminuido significativamente en el país, siendo el vino tinto el más afectado. Los consumidores de vino tinto han caído un 32% respecto a hace poco más de una década, en 2011.

En particular, el segmento de edad de 19 a 35 años, le ha dado la espalda a los vinos tintos, con una caída del 7% en el número de consumidores de vino tinto durante este período.

El encantador bistrot parisino Le Bon Georges, un espacio para que los turistas consuman los famosos vinos franceses.

Todo esto sucede en medio de intermitentes y confusas campañas contra el consumo de algunos entes gubernamentales como aquella de 2019 -antes de la pandemia- en la que le pedían a la población a reducir la ingesta de alcohol y limitar su consumo de alcohol a dos vasos por día.

“Por su salud, el alcohol debe limitarse a un máximo de dos vasos por día, y no todos los días tampoco”, decía en ese momento la desafortunada y poco específica campaña de la agencia de salud pública nacional.

Sin ir más lejos, este mismo año, los medios franceses hacían referencia a las palabras del ministro de agricultura de Francia, Didier Guillaume, cuando sugirió que el vino “no es como otros alcoholes” y rara vez es la causa del exceso de bebida entre los jóvenes franceses.

Esas palabras sonaron extrañas en la opinión pública francesa y todo fue más lejos cuando afirmó que “Nunca he visto, que yo sepa, desafortunadamente, tal vez, a un joven saliendo borracho de un club nocturno porque bebieron Côtes-du-Rhône, Crozes-Hermitage o Costières-de-Nîmes”.

Más allá de los inconvenientes que provocan las poco claras campañas gubernamentales y las declaraciones desacertadas de sus representantes, los datos que aporta el informe sobre el consumo de vino por parte de la población de Francia, queda claro que los jóvenes franceses están cambiando sus costumbres.

A partir de ese hecho, la tendencia lleva más de 10 años en el mismo sentido, la industria vitivinícola francesa tiene trabajo por delante que no solo tiene que ver con la promoción del consumo sino más bien con la educación y difusión de datos que deje claro que el consumo de vino no es dañino a la salud sino el abuso de cualquier bebida que contenga alcohol.

La maratón de Médoc, todos los años, entre viñedos, los franceses hacen gala de su amor por el vino, parte fundamental de su cultura. En las diferentes paradas los corredores recuperan energías comiendo quesos, ostras, foie gras y bebiendo vino tinto.

La brecha generacional está dividida por una copa de vino. Las cifras son claras: en los últimos diez años, el consumo de vino ha descendido solo un 1% entre los jubilados, pero un 7% entre los de 18/35 años. 

La desaparición del vino de mesa ha provocado una pérdida de la transmisión padre-hijo, opina un representante del sector. Servido en los comedores escolares hasta finales de los años 50, el vino se asocia hoy más a un momento festivo, una comida con amigos o una cena en un restaurante.

Como si no fuera suficiente para preocuparse, a la noticia de la caída sostenida del consumo de vino tinto se le suma la caída en las ventas de los comercios locales y, como sobre llovido mojado, un informe publicado por la Agencia Ambiental Europea (EEA) a principios de este mes dejó el dato que Francia no solo ha había sufrido las mayores pérdidas económicas históricas causadas por el cambio climático de todos los países sino además es uno de los países productores más perjudicados

Nada más que agregar a semejante panorama, solo recordar que, solo en 2020, la vitivinicultura de Francia sufrió un golpe de 4.200 millones de euros por consecuencias directas relacionadas con el clima, como tormentas, incendios forestales y heladas, como lo demuestran las numerosas fotografías desgarradoras de viñedos cubiertos de carámbanos y viticultores encendiendo alfombras de velas para calentar las vides.

Por el momento nada indica que situaciones similares seguirán repitiéndose en los años siguientes y las autoridades francesas y europeas no parecen tener una idea más o menos cercana acerca de las graves consecuencias que este hecho tendrá sobre las economías regionales y sobre la misma cultura gala de una de las actividades mas antiguas y reconocidas en el mundo entero.


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