La Organización Mundial de la Salud impulsa una iniciativa global para que los países eleven al menos un 50% los precios de productos como el alcohol y las bebidas azucaradas mediante impuestos, con el objetivo de recaudar U$S 1 billón y combatir enfermedades crónicas.
En un nuevo llamado a la acción, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instado a los gobiernos de todo el mundo a incrementar significativamente los impuestos sobre productos considerados nocivos, como el alcohol y las bebidas azucaradas. La meta es clara: aumentar los precios de estos productos en al menos un 50% a través de impuestos sanitarios antes de 2035, en el marco de la iniciativa “3 by 35”.
La OMS sostiene que esta medida no solo busca desalentar el consumo de productos que alimentan la epidemia de enfermedades no transmisibles (ENT), sino también generar ingresos públicos sustanciales. Según la organización, el objetivo es recaudar U$S 1 billón en los próximos diez años, recursos que podrían destinarse a fortalecer los sistemas de salud, la educación y la protección social.
El Dr. Jeremy Farrar, subdirector general para la promoción de la salud y la prevención y control de enfermedades de la OMS, fue contundente: “Los impuestos a la salud son una de las herramientas más eficientes que tenemos. Reducen el consumo de productos nocivos y generan ingresos que los gobiernos pueden reinvertir en atención médica, educación y protección social. Es momento de actuar”.
La experiencia previa respalda la propuesta. Entre 2012 y 2022, cerca de 140 países aumentaron los impuestos al tabaco, lo que provocó que el precio real de estos productos subiera en promedio más de un 50%. La OMS argumenta que una política similar aplicada al alcohol y las bebidas azucaradas podría tener un impacto comparable en la salud pública.
Sin embargo, la iniciativa no está exenta de críticas. Un portavoz de FoodDrinkEurope, el principal organismo de la industria alimentaria de la Unión Europea, advirtió que un impuesto del 50% sobre las bebidas “no es la solución”. Según su visión, “las dietas y los estilos de vida son demasiado complejos para ser moldeados eficazmente por instrumentos tan contundentes como los impuestos sobre alimentos, bebidas o nutrientes individuales”.
Además, alertó sobre posibles efectos no deseados: “Medidas de talla única a menudo no logran beneficios para la salud y pueden llevar a consecuencias imprevistas, como que los consumidores recurran a productos alternativos o no regulados, que pueden conllevar mayores riesgos para la salud y aumentar los costos sociales”.
El portavoz insistió en la importancia de la información y la libertad de elección: “Empoderar a los consumidores mediante mejor información y opciones más amplias es clave para lograr mejoras duraderas en la salud pública”.
El debate sobre los impuestos a estos productos se intensifica a nivel global. En junio, Vietnam aprobó una propuesta para aumentar el impuesto al consumo de alcohol e introducir un gravamen sobre las bebidas azucaradas, según la oficina local de la OMS. En abril, el Reino Unido abrió una consulta pública para ampliar el impuesto a las bebidas azucaradas e incluir productos lácteos endulzados. Italia, por su parte, ha postergado la implementación de un impuesto a las bebidas azucaradas, originalmente previsto para 2020, hasta enero de 2026.
La OMS ya había solicitado en 2023 que los países aumentaran los impuestos sobre bebidas alcohólicas y azucaradas, pero ahora refuerza su mensaje con una meta concreta y un horizonte temporal definido. El desafío está planteado: ¿lograrán los países equilibrar la salud pública, la recaudación fiscal y los intereses de la industria en la próxima década?