Mientras que la legislación de Irlanda sube la apuesta imponiendo «advertencias sanitarias» en la etiqueta, la Comisión Europea no ve «razones objetivas» para que el vino no informe en el producto el contenido detallado de cada botella. Ecologistas también quieren entrar en la discusión.
La industria vitivinícola europea está en estado de alerta desde hace varios meses. Los primeros en levantar la voz contra la legislación de Irlanda fueron los italianos, después los siguieron los españoles, siguieron los franceses hasta que todos los grandes productores y exportadores hicieron oir su voz al unísono.
Todos contra Irlanda
El Comité Europeo de Empresas Vitivinícolas (CEEV), al cual pertenecen todas las federaciones de los países productores, presentaron cada una a su tiempo, una queja formal en contra de la norma de etiquetado de bebidas alcohólicas de Irlanda, argumentando su incompatibilidad con la legislación de la Unión Europea (UE) y su amenaza para el mercado único.
La norma en cuestión, que estipula el uso de advertencias sanitarias en las etiquetas de las bebidas alcohólicas, ha sido calificada por el presidente del CEEV, Mauricio González-Gordón, como una «barrera al comercio injustificada y desproporcionada».
Además, se arguye que esta normativa fragmentaría el mercado único de la UE, complicando el acceso de productos de otros Estados miembros a Irlanda y, por ende, discriminando a los productos importados.
Más allá de la controversia pública, los dirigentes del sector y los políticos son muy cuidadosos con sus expresiones dejando claro que «si bien desde el sector europeo de bodegas apoyamos plenamente la lucha contra el abuso del alcohol, creemos firmemente que este objetivo puede lograrse con medidas más efectivas y menos restrictivas del comercio que, además, deberían ser compatibles con la legislación actual de la UE», añadió González-Gordón.
¿Alcanza con un código QR? Algunos quieren más y otros más
Los productores de vino europeos deberán dentro de poco informar al usuario del contenido de sus botellas, pero subsiste la polémica en torno al método: ¿una etiqueta que lo explique todo o un código QR?
El vino puede contener varios aditivos para controlar su sabor, su color o su robustez, como los sulfitos, la clara de huevo o hasta la vejiga natatoria de esturión.
Desde hace décadas, el sector alimentario ha ido adaptándose a una política de transparencia sobre el contenido de los productos, pero el sector vinícola ha gozado con una excepción en la UE.
La Comisión Europea concluyó en 2017 que «no había razones objetivas» para esa excepción y tras muchas negociaciones se acordó que las botellas de vino deberían ser etiquetadas con el contenido de los aditivos a partir del 8 de diciembre.
El poderoso sector vinícola logró que se concediera la opción a los productores de utilizar códigos QR, que deben ser escaneados con un teléfono móvil por el consumidor, en lugar de una etiqueta que enumere los ingredientes, como sucede con la comida.
«El vino no se hace a partir de una receta. La uva evoluciona en función del sol, de las condiciones climáticas… los ingredientes no son los mismos de una cosecha a otra», explica Ignacio Sánchez Recarte, secretario general del Comité Europeo de Empresas Vinícolas (CEEV).
Un código QR implica que el cliente debe comparar por su cuenta, con su teléfono, la información proporcionada, en lugar de verla a simple vista con una etiqueta.
«¿Te imaginas sacando tu teléfono en el supermercado y escanear diferentes códigos QR para comparar los aditivos de los vinos, y luego recordarlos todos para hacer tu elección?», se pregunta Olivier Paul-Morandini, de la asociación Transparencia para un Mundo Orgánico (TOWA).
Según la CEEV, que representa al sector en Bruselas, el etiquetado digital es la única manera de que todos los productores (unos 2,2 millones de viticultores en la UE en 2020, según la oficina de estadísticas Eurostat) cumplan con los requisitos.
«La Comisión Europea comprendió la necesidad de suministrar un nivel de flexibilidad que permita a las empresas comunicar esa información sin perturbar nuestro negocio», explica Recarte.
Por otra parte, la CEEV elevó este mes una queja a la Comisión Europea ante los planes irlandeses de poner avisos sanitarios en las etiquetas de las bebidas alcohólicas.
Según la asociación TOWA, el etiquetado electrónico demuestra que la UE no está cumpliendo con sus compromisos para favorecer la agricultura respetuosa con el medio ambiente.
Los productores de vino orgánico afirman que si un vino necesita un código QR en lugar de una etiqueta, es porque la lista de aditivos es excesiva.
«Un productor de vino orgánico que utiliza unos pocos ingredientes apenas necesita una etiqueta, mientras que un productor convencional necesita un diccionario», asegura Julien Guillot, un productor de vino ecológico en la región francesa de Borgoña.
Los códigos QR y las etiquetas electrónicas son los métodos típicos para ocultar el uso de pesticidas y fertilizantes químicos en el sector agropecuario, asegura la asociación TOWA.
«No necesitamos solamente una lista de ingredientes. Deberíamos tener un listado con todas las consecuencias de la agricultura convencional, y cuánto cuesta», explicó Paul-Morandini.
«La contaminación de la tierra, el agua… todo eso tiene un precio que pagan los consumidores y la sociedad», añade.
Fuente: AFP, Vitisphere, Vinetur