La irrupción silenciosa pero imparable de la IA en el mundo del vino ya está cambiando cómo se produce, se comercializa y hasta cómo se inspira el arte del enólogo. Grandes bodegas y nuevos jugadores experimentan con algoritmos, sensores, creatividad y sentido común para poder disfrutar el sabor y el bouquet del futuro.
La imagen romántica del vino, nacida del diálogo antiguo entre el hombre, la tierra y el tiempo, se encuentra hoy con nuevos interlocutores: datos, algoritmos y robots asumen roles clave en la vitivinicultura mundial. Lejos de desplazar la mano del enólogo, la Inteligencia Artificial (IA) se convierte en aliada, multiplicando la precisión, optimizando recursos y habilitando una creatividad que desafía límites históricos.
Es un camino de ida, ya no hay vuelta, lo dicen en voz baja algunos profesionales de la vitivinicultura que saben que viven y trabajan en uno de los sectores donde la tradición tiene un lugar muy alto en la mente de los hacedores de vino y, claro, de sus fieles consumidores. Claro, si la Inteligencia Artificial es una herramienta muy nueva, si en su desarrollo está en sus inicios, su aplicación en la vitivinicultura está en la prehistoria.
Es importante tener en cuenta que la IA, en otras industrias, en las más dependientes de la tecnología de la información, tiene apenas un 6% de penetración entre sus más destacadas compañías. Por eso, no es atrevido decir, esto recién comienza, vamos con calma.
Del campo a la botella: la revolución ya comenzó
Aunque muchas bodegas están apenas explorando el potencial de la IA, algunos gigantes del sector pisan fuerte. El caso de Concha y Toro, referente mundial con base en Chile, es ilustrativo: “Ya disfrutamos de mejoras como la productividad de los viñedos, calidad del pronóstico, mapeo eficiente del carbono en suelos y reducción de costes en mantenimiento”, destaca Álvaro González, director del Centro de Investigación e Innovación del grupo. Concha y Toro planifica llevar la IA aún más lejos, aplicándola a predicciones de riego y rendimiento por visión artificial y profundizando en el estudio de fenotipos para pulir la calidad final del vino.
Treasury Wine Estates, otro gigante global, muestra cómo el futuro ya llegó: combina vehículos autónomos para la manipulación de barricas —reduciendo riesgos laborales— con modelos predictivos de demanda a cinco años, todo impulsado por IA. “Sabemos que la IA tiene el poder de transformar nuestra forma de trabajar, desde cómo cultivamos hasta cómo predecimos patrones climáticos y conservamos el agua”, afirma Kerrin Petty, Chief Supply & Sustainability Officer del grupo. La colaboración con The Yield, parte de Yamaha Agriculture, suma 20 años de datos históricos, imágenes satelitales y tiempo real, logrando prever cosechas hasta 18 meses antes. ¿El objetivo? “Optimizar la alineación entre añada y demanda, reducir desperdicios y elevar la eficiencia”.
Incluso en Sudáfrica la automatización ya desafía el terruño ancestral. En Journeys End, los drones y sensores NDVI identifican puntos críticos del viñedo, guiando decisiones y permitiendo mapear la vitalidad de la planta para ajustar todo, desde el riego hasta el manejo de plagas. En la bodega, sistemas como VinPilot monitorizan y ajustan temperaturas automáticamente, y la exploración de drones para riego y pulverización apunta a un futuro más preciso y sostenible. “La IA no reemplaza el conocimiento ilustrado del enólogo, sino que lo potencia”, aclara Mike Dawson, responsable de la bodega.
IA en Argentina: innovación, eficiencia y creatividad
En la Argentina, el avance tecnológico es tangible. Bodegas como Nieto Senetiner y Cadus Wines apuestan al Air Mixing de Parsec, un remontado automático que optimiza la fermentación, ahorra tiempo y maximiza precisión: “Muchos creen que la IA quitará el toque artesanal, pero para nosotros es una herramienta para ser más creativos e innovadores”, sostiene el enólogo Santiago Mayorga. El sistema, con sensores de temperatura y niveles de oxígeno, permite fermentaciones en apenas 7 a 10 días, un salto frente a procesos manuales tediosos y menos previsibles.
Familia Morcos, desde Mendoza, fue pionera en utilizar IA para el desarrollo creativo, diseñando etiquetas y productos con ayuda de algoritmos, siempre en colaboración con artistas y diseñadores. “Lanzamos vinos con etiquetas completamente pensadas por IA, y entrenamos agentes virtuales con bibliografía enológica propia para consultas técnicas específicas”, detalla Matías Morcos, enólogo de la firma. La empresa, junto a socios en San Francisco, prepara el lanzamiento de un producto ciento por ciento diseñado y creado con IA, una apuesta disruptiva para la región.
El marketing y la comunicación también son terreno fértil. Soledad Mayorga, gerente de Marketing de Antigal Winery & Estates, reconoce: “La IA nos permite optimizar tareas creativas desde la etapa de brainstorming, agilizando la producción de piezas visuales y contenidos”. El ahorro de tiempo y costos es inmediato: “El potencial es enorme y, a medida que crezca la capacitación, el uso de la IA se va a expandir a todas las áreas”, asegura.
Innovación en la educación y más allá
La formación académica no se queda atrás. En la Universidad Juan Agustín Maza, en Mendoza, el curso “Control Automático de Procesos e IA aplicado a la Vitivinicultura”, dirigido por el ingeniero Humberto Colombo, marca un hito en la actualización curricular. “La IA crea nuevos desafíos, pero también grandes oportunidades: abarca todas las etapas, desde la determinación óptima para la cosecha hasta la predicción de escenarios cambiantes y la optimización del proceso comercial,” apuesta Colombo.
La consultora portuguesa Sogrape Vinhos expande el uso de IA a tareas administrativas y comerciales: con más de 150 empleados capacitados en Microsoft Copilot y un agente interno (Matty), la compañía automatiza consultas, análisis de mercado y operaciones en tiempo récord. Symington Family Estates, otra histórica del rubro, lo confirma: “No se trata de reemplazar personas, sino de potenciar capacidades y liberar tiempo para el trabajo estratégico,” remarca Harry Symington, co-director de marketing.
¿Hasta dónde puede llegar la IA en el vino?
Los expertos coinciden: la automatización seguirá creciendo en áreas como gestión de calidad, mantenimiento preventivo y modelado de riesgos climáticos. Sin embargo, el alma del vino persiste intransferible. “La visión estratégica, la identidad de marca y los valores familiares jamás serán formato de algoritmo”, advierte Symington. “El norte siempre debe estar guiado por personas que comprenden y defienden nuestra esencia”.
Por ahora, la IA es aliada y no sustituto. Si bien puede predecir rendimientos, mapear suelos y diseñar etiquetas, hay algo innegociable en la magia de la fermentación, la selección de la uva perfecta y la sensibilidad del creador. La revolución digital llegó al vino, pero el brindis sigue teniendo un corazón humano.
Fuente: Just Drinks, WofA, Decanter, VinePair