Mientras Francia e Italia lideran el reclamo por una excepción, la Comisión Europea confirma la entrada en vigor del gravamen que podría redefinir el negocio de bebidas alcohólicas transatlántico.
En una medida que sacude los cimientos del comercio internacional de bebidas premium, Estados Unidos comenzará a aplicar un arancel del 15% sobre las importaciones de vinos y bebidas espirituosas procedentes de la Unión Europea (UE) a partir de este viernes 1 de agosto, según ha confirmado la Comisión Europea, en medio de intensas negociaciones y la presión de los grandes productores continentales.
La noticia trae preocupación especialmente a países como Francia e Italia, pilares de la industria vitivinícola y de espirituosos en el bloque, que hasta el último momento han intentado negociar una exención para sus productos más emblemáticos. Sin embargo, y pese a sus gestiones, los ministros europeos debieron emitir un comunicado donde reconocen que la esperada excepción no se materializará en el corto plazo.
“[No es] nuestra expectativa que el vino y los espirituosos estén incluidos en el primer grupo [de exenciones que serán] anunciadas mañana por Estados Unidos, por lo tanto, dichos productos quedarán sujetos al techo arancelario del 15%”, expresó Olof Gill, portavoz de comercio de la UE, citando la postura oficial mientras aclaraba que las conversaciones bilaterales aún continúan.
De acuerdo con la Comisión Europea, si bien se han logrado ciertas excepciones importantes para productos de alto valor agregado, como aviones, partes de aviones y corcho —que no sufrirán el arancel general del 15%— el sector de bebidas alcohólicas no logró ser incluido en ese primer grupo de alivios. Esto significa que, para centenares de bodegas y destilerías europeas, el acceso al lucrativo mercado estadounidense quedará marcado desde ahora por un incremento significativo en sus precios de exportación.
El nuevo escenario obliga a recalcular estrategias tanto a los exportadores europeos como a los importadores y distribuidores de Estados Unidos, que verán encarecido el costo de botellas emblemáticas. La medida también podría repercutir en el consumidor final estadounidense, ante la probable suba de precios en una gama de productos que incluyen desde champán francés, vinos toscanos, jerez español hasta vodka polaco y whisky irlandés.
El volumen del comercio impactado es significativo. Solo en 2023, la UE exportó vinos y bebidas espirituosas a Estados Unidos por un valor que superó los U$S 6.500 millones, consolidando este destino como el mayor mercado internacional para estos productos. Un incremento arancelario del 15%, sin excepciones a la vista, representará un duro golpe financiero no solo para las bodegas y destilerías, sino también para toda la cadena de valor, que abarca desde viticultores hasta pequeños importadores y dueños de bares en ciudades como Nueva York, Miami o San Francisco.
El malestar en Bruselas y en las capitales de los principales países productores es evidente: “La Comisión está plenamente consciente de la sensibilidad de este sector y sigue negociando activamente para lograr mejores condiciones”, insistió Gill, subrayando que las gestiones no han cesado pese al nuevo gravamen.
Mientras tanto, Francia, Italia y España intentan formar un bloque de presión, haciendo notar ante Washington que su industria de bebidas no solo es competitiva, sino que también es culturalmente emblemática, motorizando el empleo y el turismo en sus regiones rurales. “No claudicaremos en la defensa de nuestros productores”, enfatizan fuentes diplomáticas del sur de Europa.
El futuro inmediato es incierto. Por ahora, la imposición de aranceles del 15% ya es un hecho, y la expectativa está puesta en que, a medida que avancen las negociaciones y en la medida en que la presión de productores y consumidores estadounidenses también se haga sentir, pueda abrirse camino una nueva ronda de excepciones específicas para el sector vinos y espirituosos.
De no lograrse una rápida exención, la realidad para miles de etiquetas europeas será la de competir con un sobreprecio considerable que amenaza con reposicionar en el mercado estadounidense de bebidas de terceros países y opciones domésticas ante el nuevo escenario.
Lo que está claro, según las autoridades europeas, es que “las negociaciones siguen”, pero el tiempo apremia para un sector que se juega mucho más que cifras millonarias: pone en jaque una tradición y un factor esencial del estilo de vida europeo.