Desde el corazón del Muscadet, Maxime Bordelot lanza un proyecto inédito en Francia: vinos macerados con flores de cannabis orgánico. Sus cuvées, únicas y sorprendentes, ya han llegado a mesas con estrellas Michelin.
En el competitivo y creativo universo del vino francés, la innovación nunca deja de sorprender. En la región del Pays de la Loire (Centro Oeste de Francia), en la cuna del Muscadet, un joven productor decidió fusionar tradición y atrevimiento para dar vida a un producto sin equivalente en Francia (aunque hubo otros proyectos parecidos pero sin calidad) y en el mundo: el vino al cannabis.
Sin sonrojarse y bajo la marca Brume, creada en 2021, Maxime Bordelot salió de gira y logró posicionar sus cuvées en restaurantes de prestigio y abrir un capítulo disruptivo dentro de la enología francesa.

La idea nació en un contexto casual. “¿Y por qué no un vino al cannabis?”, fue la broma lanzada entre amigos que acabaría convirtiéndose en proyecto de vida. Bordelot, por entonces treintañero y con experiencia en cervezas artesanales, decidió transformar esa ocurrencia en una verdadera propuesta gastronómica.
Del lúpulo al viñedo
Licenciado en Bebidas, Vinos y Espirituosos, Bordelot trabajó durante casi una década en la cervecera Brasserie artisanale de la Divatte en Loire-Atlantique, antes de inclinarse definitivamente hacia el vino. En su travesía encontró en el cannabis —pariente botánico cercano al lúpulo— el aliado perfecto para generar una experiencia inédita.
Los racimos de uvas provienen de los viñedos de Domaine Brégeon (en el Muscadet, de la mano de Fred Lailler) y de Domaine de la Parentière. Las flores de cannabis, certificadas orgánicas y 100% francesas, se someten a un proceso de maceración en frío, sin extracción de cannabinoides, sin grasas, ni calor. “No hay nada de qué preocuparse, aquí no se trata de volar, sino de explorar nuevas texturas y aromas”, explica con seriedad el productor.
Una enología calibrada con precisión
El calendario lunar guía las vinificaciones y maceraciones, que pueden extenderse en algunos casos hasta 44 meses de crianza. Cada botella de Brume con diseños bien pensados, sobrios y a la vez sofisticados. El verdadero diferencial, dicen los especialistas, se percibe recién en la copa.
“En función del tipo de cannabis, puedo extraer del vino grasa, textura o amargor, notas de fruta amarilla o roja”, detalla Bordelot. Dependiendo de la variedad, la maceración permite aportar capas aromáticas sorprendentes: desde “notas ahumadas, herbáceas, cierta rusticidad con la skunk (la variedad de cannabis más potente)” hasta “un toque amaderado con la amnesia (un tipo de cannabis CBD de notas amaderadas), que recuerda la crianza en barrica, sin olvidar la acidez”.
Costo y posicionamiento en el mercado
La originalidad tiene su precio. Las botellas de Brume se comercializan en el vinotecas francesas con valores que oscilan entre 16,10 € y 42,90 € (U$S 19 y U$S 40). La variable de costos se explica principalmente por la materia prima: “Me gustaría ofrecer cuvées más accesibles, pero el cannabis es caro, alrededor de 6 € el gramo (U$S 7), y utilizo entre dos y siete gramos por botella”, reconoce el productor.

El desafío de escalar volumen sin perder calidad ni control sobre la materia prima orgánica se ubica hoy en el centro de su estrategia. Aun así, la singularidad de la propuesta ya conquistó la atención de sommeliers y chefs de renombre: restaurantes como La Mare aux Oiseaux (estrella Michelin, cerca de Saint-Nazaire) y la Maison Nipa (próxima a Le Mans), han incorporado las cuvées de Brume a sus cartas.
Tendencia: ¿Syrah o sativa?
Los vinos con cáñamo no pretenden reemplazar ni al Muscadet ni a las cuvées tradicionales, sino abrir un terreno para la exploración sensorial. El consumidor se encuentra frente a una elección tan enológica como botánica: ¿Syrah o sativa?
Este cruce entre tradición vitivinícola y experimentación con el cáñamo refleja una tendencia más amplia en el mundo de las bebidas: la búsqueda de diferenciación, sostenibilidad y experiencias únicas. Brume no solo responde a estas demandas, sino que también pone en valor el savoir-faire francés con la audacia de lo inesperado.
Lo que comenzó como una ocurrencia se transformó en una marca disruptiva. Brume representa la convergencia entre el vino y el cannabis, con un arraigo en el terroir del Muscadet y un futuro que apunta a la gastronomía de vanguardia. Con precios premium y producciones limitadas, la apuesta de Maxime Bordelot encarna la próxima frontera de la enología experimental que seguramente ya tiene quien lo emule en los terroirs de América del Sur.