La industria tealera nacional enfrenta una caída del 30% en sus envíos al exterior, con costos en alza y una competencia feroz de Kenia que busca desplazar a la Argentina del liderazgo en el mercado estadounidense.
El té es, después del agua, la bebida más consumida del mundo y la Argentina tiene un papel destacado en esa industria: el 95% de la producción se concentra en Misiones y Estados Unidos es su mercado principal. De hecho, el país se mantiene como proveedor número uno para ese destino, superando incluso a gigantes del sector como China e India. Sin embargo, la economía regional atraviesa una de sus peores crisis en la última década, con exportaciones en retroceso, costos dolarizados que presionan a los productores y la amenaza creciente de países competidores como Kenia.
Los números reflejan la magnitud del problema: en 2013 se exportaron 77.000 toneladas de té argentino, cifra que se mantuvo hasta la pandemia (68.000 toneladas en 2020). Pero en 2023 la situación se agravó, con apenas 63.000 toneladas exportadas, el peor registro de los últimos 20 años. Solo en el primer semestre de 2024, las ventas externas se desplomaron otro 22-23%.
“En el primer semestre las exportaciones de té cayeron entre 22 y 23 por ciento”, señaló Renzo Klimiuk, de la firma de Campo Grande que abastece a mercados de Estados Unidos, Rusia y Medio Oriente.
La profundización de la crisis obligó a muchos secaderos a cerrar antes de tiempo: en 2024 la zafra concluyó a mediados de abril, 45 días antes de lo previsto, y para la campaña 2025-2026 se espera un escenario similar. “Es un riesgo muy alto quedarse con el té en depósito, quedarse con más de lo que se puede vender”, advirtió Carlos Okulovich (hijo), de la firma Don Basilio, uno de los principales exportadores del país.
El principal problema es la estructura de costos dolarizada. Energía, sueldos, insumos e incremento logístico en sus valores en divisa extranjera, dejando a millas de pequeños productores —que manejan en promedio 25 hectáreas— al borde de la rentabilidad negativa.
“La cadena viene golpeada en su totalidad, tanto los exportadores como los secaderos medianos y los productores más aún; los costos hoy subieron mucho en dólares. En la fábrica necesitamos mucha energía para producir el té; se nos triplicó ese costo, los sueldos en dólares se duplicaron, el abastecimiento de chip, todo”, describió con crudeza Klimiuk.
La Comisión Provincial del Té (Coproté) cerró recientemente un acuerdo para fijar un precio sostén de 95 pesos por kilo de brote de té , con revisión a lo largo de la campaña. Además, se aplicarán medidas de alivio como un descuento del 20% en la tarifa eléctrica durante seis meses para industrias y secaderos, descuentos en cheques diferidos y líneas de prefinanciación de exportaciones de hasta U$S 200.000 a tasa fija del 2,5% anual.
“El precio base es una garantía de previsibilidad, pero también un punto de partida para seguir acompañando con medidas que aseguren sostenibilidad y futuro para la producción de Misiones”, destacó Facundo Sartori, ministro del Agro provincial.
Por su parte, la subsecretaria Luciana Imbrogno remarcó: “Es importante destacar la responsabilidad y participación de los distintos sectores, que luego de cuatro reuniones acordaron un precio mínimo de base revisable durante toda la zafra”.
Mientras tanto, la competencia internacional no da tregua. En la Tea Convention de Charleston , Eduardo Goldfart, referente de la firma Valmitran, advirtió: “Seguimos siendo el proveedor número uno de té a Estados Unidos, pero tenemos cada vez más competencia; escuché el discurso del Embajador de Kenia y fue muy agresivo, prácticamente dijo que quería desplazar a la Argentina como proveedor”.
Ese escenario obliga a muchos industriales a diversificarse. Empresas históricas como Don Basilio, Urrutia y El Vasco comenzaron a incursionar en la yerba mate con secaderos y marcas propias, en busca de un refugio más seguro ante la incertidumbre del negocio tealero.
La industria del té argentino enfrenta un dilema: consolidar su posición de liderazgo en el mercado estadounidense —clave para su supervivencia— o perder terreno frente a nuevos jugadores con menores costos.
Como sintetizó Goldfart: “El acuerdo no es el ideal para nadie, pero es el mejor posible”. Declaraciones que muestran la urgencia de una economía regional que, a pesar de sus 100 años de historia, necesita reinventarse para no quedar rezagada en el tablero mundial de las infusiones.
Fuente: La Nación
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