En la mayoría de los países del Medio Oriente, pedir una gaseosa no implica una competencia entre las dos gigantes globales. En ciudades como Bagdad o Beirut, la opción predominante sigue siendo una botella de Pepsi. A diferencia de casi todo el mundo, en esta región la marca original de Purchase, Nueva York, logró vencer a Coca-Cola, capitalizando una muy interesante combinación única de historia política y estrategia empresarial.
La raíz de esta ventaja se remonta a la década de 1960, cuando varios gobiernos árabes impusieron un boicot a Coca-Cola luego de que la compañía anunciara su intención de abrir una planta embotelladora en Israel. Aquella decisión, marcada por tensiones geopolíticas, marginó a la marca de Atlanta durante casi dos décadas. Pepsi, en cambio, aprovechó la ausencia de su rival para afianzar su presencia en mercados claves como Arabia Saudita, Líbano e Irak.
“El contexto político de la región creó oportunidades que Pepsi supo leer con precisión”, explica Kamel Abdallah, empresario libanés del sector de bebidas. En Irak, por ejemplo, la compañía estrechó lazos con líderes de las zonas árabes del país, una estrategia que dejó a Coca-Cola confinada principalmente al Kurdistán iraquí, donde la influencia de Turquía se hace sentir con más fuerza. La Baghdad Soft Drink Company, que produce y distribuye Pepsi en Irak, alberga hoy la que se considera “la planta más grande de Pepsi en el mundo”, según afirma su director ejecutivo, Haider al-Bassam.
En el Líbano, la familia que controla la producción local de Pepsi mantiene vínculos históricos con facciones drusas, lo que facilitó su penetración comercial. En Arabia Saudita —país que lideró en su momento el boicot a Coca-Cola— Pepsi ostenta una cuota de mercado estimada en 70%, confirmando su dominio regional.
Sin embargo, entre tanto azul, todavía se destaca una excepción en rojo: los territorios palestinos. Paradójicamente, allí donde comenzó el boicot en los años sesenta, Coca-Cola posee hoy cerca del 90% del mercado. “En 2022 inauguramos una planta de Coca-Cola en Gaza”, contó Zahi Khouri, licenciatario local de la marca. El establecimiento fue destruido durante los recientes bombardeos en la región, un golpe que simboliza cómo el conflicto sigue afectando a la industria.
Las tensiones recientes reavivaron los llamados a boicotear marcas estadounidenses en varios países árabes, lo que benefició a pequeñas marcas locales como Matrix (de Jordania) o Zee Cola (del Líbano). Estas, sin embargo, no logran igualar el sabor ni la consistencia de las multinacionales. Los expertos coinciden en que el impacto fue pasajero. “El consumidor en Medio Oriente es pragmático. Puede boicotear por un tiempo, pero la preferencia por las grandes marcas vuelve”, señala Abdallah.
Así, pese a los altibajos políticos y las fluctuaciones del mercado, Pepsi parece destinada a mantener su hegemonía regional. Coca-Cola, por su parte, continúa intentando revertir una brecha que lleva más de medio siglo. En una región marcada por la historia y la identidad, la batalla de las burbujas sigue siendo, más que nunca, un asunto de geopolítica embotellada.
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