La Asamblea General de Naciones Unidas fue el escenario inesperado en el que el vino volvió a posicionarse en el centro de un debate global. La Academia Internacional del Vino (AIV), fundada en 1971 y compuesta por un centenar de expertos de más de veinte países, difundió una Carta Abierta dirigida a los líderes mundiales reunidos en Nueva York, con motivo del 80º aniversario de la ONU.
El objetivo fue claro: alertar sobre el riesgo de que el vino sea reducido a “una simple molécula de alcohol”, dentro de las campañas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra las bebidas alcohólicas. Según la AIV, esta visión ignora su dimensión histórica, cultural y social.
En diálogo con Negocios Líquidos, el enólogo Roberto de la Mota, único argentino integrante de la Academia desde 2012, explicó las razones del pronunciamiento: “Hasta ahora la Academia nunca había intervenido en discusiones políticas, pero sentimos que había llegado el momento de actuar. La OMS ha colocado al vino en el mismo nivel que cualquier bebida alcohólica, y eso es peligroso porque desconoce miles de años de historia y cultura vinculada al vino”, aseguró.
De la Mota resaltó la repercusión del documento: “Fue un éxito rotundo. La carta tuvo una enorme difusión en medios internacionales y toda la repercusión fue positiva, porque defiende la cultura, la tradición y el acervo vitivinícola mundial frente a un embate que pone en peligro a toda la actividad”.
El texto difundido por la Academia enfatiza que “desnormalizar el vino es aniquilar un legado, patrimonio de la humanidad”. Con más de 8.000 años de historia, el vino representa mucho más que un producto de consumo: es vínculo con la tierra y con los paisajes, una expresión cultural que atraviesa generaciones y conecta regiones tan diversas como Georgia, Grecia, Oregón, Toscana, Francia o Nueva Zelanda.
Además, la AIV advierte contra el riesgo de suprimir el debate científico. Se cita un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE.UU. (NASEM), que concluye que “en comparación con la abstinencia total, el consumo moderado se asocia a una menor mortalidad por todas las causas”. Aunque el organismo no adopta una posición científica definitiva, sí cuestiona que falten estudios más amplios que permitan conclusiones sólidas y no solamente observaciones parciales.
El argumento central de la carta sostiene que la educación y la moderación son la clave, y no la prohibición: “Solo mediante la educación se aprende a degustar, comparar y apreciar el vino con moderación, convirtiendo al consumidor en embajador de la mesura. La pedagogía preserva la libertad individual sin abusos, promueve responsabilidad y autocontrol”, señala el manifiesto.
Más allá de este pronunciamiento político, la AIV mantiene como eje central la reflexión técnica y cultural sobre la vitivinicultura. Sus miembros —productores, científicos, sumilleres y periodistas— trabajan en temáticas vinculadas al cambio climático, biodiversidad, viticultura regenerativa, captura de carbono y preservación de suelos. El ingreso a la institución se realiza por cooptación y todos comparten un mismo principio: respeto por el terroir, por las tradiciones locales y por la producción sustentable.
El documento concluye con una exhortación a los líderes globales: “Combatir excesos, pero reconocer la moderación; prevenir riesgos, pero preservar el vínculo profundo del hombre con la tierra; proteger la salud pública, pero respetar culturas y tradiciones. Porque preservar el vino es defender una civilización, un arte de vivir y un patrimonio universal vivo”.
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