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Todavía se desconoce el daño real de las heladas de la semana pasada. Sí se sabe que fue un desastre que pocos imaginaron. Mientras algunas provincias piensan en medidas paliativas, el precio del dólar, los costos de la logística, la inflación y la alta presión impositiva impactan en las exportaciones y el consumo interno.

Según los informes del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y el Observatorio Vitivinícola Argentino (OVA), el comercio del vino argentino genera más de 3.000 millones de dólares en total. De acuerdo a las entidades, ese es el monto del comercio en el mercado interno y también el externo.

Más allá de una supuesta suba en el mercado interno, las exportaciones bajarán un poco más del 10% debido a un cambio en la demanda global por el aumento de los costos logísticos, la crisis política provocada por la guerra y la baja en el consumo debido al aumento de los precios en las tiendas, bares y restaurantes.

La baja en la demanda de vino en botella fue de 6,7% casi nada en comparación con la baja en las ventas de vino a granel que registró una baja del 40% y todavía se espera las consecuencias de las sanciones de los Estados Unidos al mercado del mosto que también sería un fuerte golpe a las exportaciones y para la industria en general.

Según datos del INV de los nueve primeros meses de 2022, Argentina exportó 208 millones de litros de vino (-18,6%): son 47,5 millones de litros menos en relación al mismo período de 2021. Un promedio entre el granel y el embotellado -mencionado más arriba- con una importante caída en los primeros meses y la misma tendencia de baja registrada en octubre.

Mientras funcionarios y dirigentes se regodean de “logros particulares” y personales, la industria vitivinícola argentina está estancada hace más de 10 años y no exporta más de 1.000 millones de dólares cada año.

Claro, hasta el momento la sangre no llegó al río porque las ventas en el mercado interno aumentaron entre enero y septiembre un 5%, justamente donde se comercializa cerca del 70% de la producción total de vino. Un detalle no menor para aquellos productores que participan en en ambos mercados pero no para aquellos que apuntan al apetitoso mercado internacional donde también aumentaron los costos que impactan fuertemente en las rentabilidades.

Según el presidente del Observatorio Vitivinícola Argentino, Daniel Rada, el techo del mercado internacional está en los 4 dólares por litro y que cuando el producto argentino comienza a rondar este valor; es común que las exportaciones se retraigan ya que sus principales competidores de la región están casi un 30% por debajo del precio del litro de vino argentino.

Rada agregó un dato mucho más preocupante aún, y mencionó que la principal competencia es con España -el mayor productor de vino del mundo- que maneja precios mucho más bajos que los argentinos en torno a los 45 centavos de euros el litro de vino.

A modo de consuelo, el presidente del INV, Martín Hinojosa destacó “el apoyo del gobierno Nacional” que aumentó los reintegros tanto para el vino y el mosto, además de bajar a cero los derechos de exportación de bodegas que venden por debajo de los 500.000 dólares y disminuir al 50%.

En Argentina siempre puede ser peor

Toda la industria vitivinícola argentina estaba avisada, no había nadie en todo el sector que no supiera de antemano que las heladas de fin de octubre podrían ser masivas y provocar un daño histórico a la industria local. Especialistas, analistas y meteorólogos dieron la noticia días antes de que se produjeran a través de los medios de comunicación.

Por ello, tal cual lo menciona el periodista Joaquín Hidalgo en su columna semanal de La Mañana de Neuquén, “lejos de ser un fenómeno aislado, las heladas de primavera suelen ser una guadaña que sesga los volúmenes de producción cada año. Lo atípico de la helada del 31 de octubre y del 1 de noviembre pasados es el alcance. Debidamente pronosticada, los productores ya sabían de ese riesgo con al menos 10 días de anticipación. Lo que ninguno pudo prever, a juzgar por lo que dicen, fue la longitud y el alcance geográfico”.

Según cuenta el mismo, “en la reunión de Bodegas de Argentina del viernes pasado, los viñateros y productores dieron cuenta de un panorama duro para la vendimia 2023, de pérdidas generalizadas pero variables.”

Y en el mismo artículo también mencionan la visión del agrónomo de la bodega chilena Doña Paula, Martín Kaiser, que dijo que “es difícil estimar las pérdidas, más allá de que no hay pocas regiones que pudieron escapar de la helada.”

No fue muy distinta la opinión de Marcelo Belmonte, director de producción de Peñaflor, que explicó que “hay mucha variabilidad, según el estado de las plantas en cada lugar; la diferencia fuerte se da si la helada estuvo acompañada de aire frío en movimiento o no, en el primer caso, como en Patagonia y San Rafael, los daños son mayores”.

La gravedad de las heladas de este 2022 es que afectaron las plantas y cultivos desde los Valles Calchaquíes hasta la Patagonia -la región de Cuyo incluída, claro- donde se quemaron brotes y florescencias evolucionados y, lo peor, muy prometedores para la cosecha 2023.

Pasados los días, luego de la primeras evaluaciones, de la comunicación entre colegas de todas las provincias y regiones productores el comentario es viral, “nadie se salvó”, a unos más y a otros menos pero este año lamentablemente le tocó a todos y hasta el momento no se sabe con precisión cual es el verdadero daño pero, como ya sucede año tras año, ya es seguro que este 2023 no será distinto, será otro año más con una reducción de la cosecha, tal cual sucede años tras año desde hace más o menos 5 o 4 años no solo en la Argentina sino en todo el mundo.


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